by Maria Jade
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Se levantaron las nubes para vos
esas que parecen incendio
pero son reflejo de la misma
droga que te recorre.
Podrías ser una nube
si quisieras.
Mirás el mar como si estuviera
adentro tuyo, por eso me gustas.
Sueño vivir en una casa abandonada de día
y habitada de noche.
Olvidar una Isla
Llevaba bajo el brazo la música para olvidar una isla, para sentir que paseaba un poco acá
y un poco en otro lado que extrañaba.
Me habia vuelto volcánica por dentro, de mirada gris, pero de ese gris piedra brilloso que jugas con el sol para sacarle un tornasolado ficticio, obligándote a creer que acabas de encontrar un tesoro, que hace que quieras metertelo en el bolsillo pidiendole permiso a todos los fantasmas buenos del lugar, o lo devuelvas al camino con un desapego emocional envidiable.
Al menos yo hacía eso, tenia un poco de ambas cosas, hacia eso con casi cualquier piedra que parecía insignificante pero que después ponía en el borde de algún mueble como cristal precioso. Ilusa, desapegada, frágil.
Don y defecto.
El recuerdo caracol que nunca debiste llevarte de la playa y ahora solo lo podes devolver en sueños.
Cómo ser un buen surfista
En una esquina estaba ella, parece que habia comprado esos metros cuadrados para ella sola y sus tres perros, tres perros de razas distintas, iban como en escalera, los tres a su alrededor tan tranquilos que parecian pintados en el viento, pincelados por la sombra caliente fantasmal que dejaban los bondis pasando a mil.
Quise creer que cada uno de los perros habia heredado algo de ella.
Tenia su pelo rubio atado asi nomas, con una gomita que seguro habia encontrado en el fondo de su cartera negra, y que el calor la habia obligado a atarselo de mala gana, pero que le daba algo de simpleza de entrecasa que la hacia magnética.
Sobre la mesa, una botella chica de vino blanco y la copa a la mitad, una caja de cigarros y sus anteojos de sol.
Observaba la nada misma y buscaba la llegada de una ola.
Me di cuenta. Puedo reconocer la mirada del surfista.
En la espera, escuchando el agua con sus manos, anticipándose a “algo” que es mas grande y antiguo que el “algo” mismo, y que lo recorre por debajo de su estómago.
Sus tres perros ya sabían la historia pero igual la bancaban. Porque eso hacen los buenos amigos.
Narcista
Me entretejen guerras pasadas.
Me conmueve la ternura de tu capa invisible.
Todas las cosas que se pueden deslizar bajo tsunamis con olor a humo de cigarrilo.
Cuántas pistolas necesito para matar el recuerdo de una playa?
Tu belleza brava me desarma.
Encerré un atardecer en el libro para no recordarte.
Negra
Tu ternura derretía la nieve ese día. Corres al lado de las motos y tu inocencia animal es admirable. Por dentro me da miedo que no te de miedo que mueras de frío.
No todo el tiempo te vas a encontrar con alguien que te quiera cubrir con mantas y te de comida, sabes? Me da bronca que te saquen a patadas.
No tenias dueño, pero la montaña era tuya.
No viniste por varios dias, al camino blanco con barro le faltaba algo. No habia nadie atrás de la puerta con su hocico pegado al vidrio. Te habia puesto un nombre y habia afirmado que no tenias collar, que eras puramente tuya, pero te extrañaba.
Tengo asociado el extrañar con algo dramático y caótico, que desordena mi estanteria de libros ordenada en forma alfabética y destruye mi libertad de arena.
Pasaron los días. Pregunté por vos, describí hasta la forma de las manchas blancas en tu pecho. Pasaron mas días. Apareciste. De lejos dudaba que fueras vos. Dónde estuviste? Tenias una sonrisa en la cara pero tus ojos revelaban varias cagadas a pedo y que dormiste afuera. Ví tu frío.
No te iba a dejar correr al lado mio, para mi sos una reina. Te senté y te puse un casco de moto rojo a modo de coronación “la Reina de la Nieve y la Montaña”. No te puedo llevar conmigo, vos tampoco me podes llevar con vos, ninguna de las dos tenemos casa.
Qué es “tener casa”?
Si te vas lejos sabes que cada uno de mis inviernos es tuyo.
Clonazepam
La respuesta a todo es un si a todos.
Los limites se borraron frente a la playa
y en cada puesto de caipirinha.
Juramos ser un baile inolvidable que no paró de sonar
esas primeras semanas de enero.
Fuimos café e isla llena de gatos.
Besos plasmados como estrellas fosiladas fusiladas de tequila.
Nuestro bronceado se comió todos los trapos y nos pesaban las bikinis.
Amiga te queda increíble, sos la puta mas linda de todas.
Finjamos demencia y lloremos en sueños
para no despedirnos mas.
Un jardin de Rosas y Fantasmas
Parte I
Furias y Milagros
Decime que me quede.
Decimelo con el pecho rebalsado, inmóvil.
En un acto de telepatía. Un acto de rebeldía.
No soy tan dificil como crees, pasa que todavía no se animaron. Y yo tampoco, a amarte quieta.
Hace mucho que no dejo entrar fantasmas a mi cama. No dejo que susurren ni hablen a mis espaldas. Podes mirarme desde la puerta mientras fingo que tu respiración no me llega ni a los talones.
Tengo tu ternura grabada de vos mirandome, parado debajo de un aire acondicionado que andaba mal, mientras yo ocupaba con mis nervios toda esa cama de dos plazas que alquilamos por esa única noche, nuestra última. Fue nuestra. Esa escena te hacía feliz, tu mirada se derritió sobre mi pelo negro y te dejé fundirte. Me comiste la boca y te creí.
Siempre termino dándole oportunidades a cosas que se quiebran.
Lullaby (1ra parte)
Julia no buscaba empaparse de información y saberlo todo, aunque a veces se jactaba de lo rápida que era para absorber información y de que su mente en general era mas veloz que las demas (al igual que su lengua), y que esto a veces le generaba controversia con el resto. Ella buscaba respuestas para justificar su cansancio, su ira, y sus ganas de autolesionarse cada vez que se sentía atrapada en una vida rutinaria y solitaria, sin amor y predecible. No podía con eso. Tampoco con autolesionarse, no era capaz, solo se lo imaginaba como una especie de pelicula gore con un guión horrible.
Hace muchos años se habia dado cuenta, sentada en el living frente a su piano, que en realidad no era una persona solitaria sino mas bien alguien super sociable que le gustaba dar respuestas útiles a los demas, y también que los demas la vean como alguien leal y capaz de sostener con sus oídos experiencias ajenas de alta intensidad y profundidad. Era increíble con la facilidad que se la daba eso, el de ser antena captadora y ser a la vez tacho de cosas compostables, aunque en sus primeros años de vida, el daño que había entrado por sus oídos le habia costado algunos otros tantos de terapia. Pero como todo compost, primero parece un asco putrefacto, y despues uno va eligiendo que cosas tirar para que no se mezclen y terminen oliendo peor.
Aun así necesitaba su soledad para poner en orden su estantería de libros leídos por la mitad, tocar instrumentos con los únicos cuatro acordes que sabía, llorar y limpiar con su voz mezzosoprano que era igual de cálida y admirable que un fuego de chimenea prendido en pleno otoño. Pero ella no lo sabía.
Trabajaba en la recepción de un banco, hace unos meses le habian ofrecido tener un contrato fijo y dijo que si. No queria eso, aunque le agradaba la idea de que su uniforme sea una camisa blanca con un blazer azul, sentirse tan prolija y maquillarse sutilmente por las mañanas. Le atraía la formalidad y el deber ser, pero rechazaba la idea de sentirse presa por esto y que le digan qué hacer. Esto mas bien era una vía de escape o uno de sus personajes favoritos. Le encantaba actuar de chica formal, soft-elegante, fría e inalcanzable. Aunque en realidad era su yo real pero un poco mas exagerado, porque de por si era algo sarcástica y temperamental, muy cálida pero distante y mas sensible de lo que aparentaba.
Su lugar de trabajo era un mostrador pequeño revestido de un simil madera color azul francia, donde apoyaba sus codos y miraba por la ventana que estaba a su izquierda.
Pensaba a diario que mierda hacía en ese lugar y recordaba lo mucho que soñaba ser una adulta independiente cuando era una niña. En ese entonces quería que los años se le pasaran rápido para poder irse, tener su propia plata y tener lo que quisiera. Pero años despues tuvo que volver a esa niña para pedirle perdón por abandonarla antes de tiempo, decirle que ella no tenía la culpa, y darle esperanzas de que la cosa en algún momento se iba a poner mejor.
Había aprendido a aceptar a las personas con sus pro y contras, y a callarse algunas cosas. Hace algunos años atrás todos sus compañeros le habrían parecido unos tarados sin proyectos de vida, y ahora pensaba que cada cuál vivía la vida que creía merecer y ya. Dejó de tomarse todo tan personal, a desapegarse mas de las cosas y dejó de meterse en cosas que no le correspondían solo para evadir sus propios problemas.
Julia usaba sus domingos para lavar todos sus pares de medias, tenía un par para cada día y le gustaba verlos en su primer cajón del armario ordenados en fila. Le gustaba que todo oliera a suavizante caro con aroma a madera y jazmines, y escuchar a The Cure mientras lavaba los platos. Lullaby era uno de sus favoritos junto con Lovesong. En otra vida ella aseguraba que habria formado una banda y hubiera sido una gran guitarrista, con ese estilo romántico y darky con el que se sentía tan identificada.
Pero todo hace un tiempo estaban sin sabor y sin aromas, sentía que le buscaba el sabor a cosas pasadas de sal, y se la pasaba lamiendo heridas, secas y duras, vacías de amor. O, en el mejor de los casos, estaba agarrando Covid por tercera vez.
Sus amigas la habian obligado a descargarse una app de citas que luego se volvió un rejunte de “matches”. Prefería alguien con quien hablar de todo frente a frente, conectar mentalmente, y eso escaseaba. Ella tampoco sabía que buscaba exactamente, y su interés consciente diferia tanto de su deseo inconsciente, que se traicionaba una y otra vez frente al espejo de un desconocido.
.
Ese lunes fue distinto. Había estado una hora sentada en el sillón con la mirada fija en el borde de la mesa y el café se le había enfriado ya dos veces. Cuando los recuerdos y experiencias pasadas se sirven de desayuno todos los dias, antes de salir de la cama, suelen generar tanto estreñimiento del corazón, que después duele expulsar los te quiero, vulnerabilidades y esas cosas. Eso le estaba pasando, se le habian vuelto tan pesados los recuerdos en el estómago que ya no podía digerir mas nada, casi todo le provocaba acidez y rechazo, incluso dejó de comer las cosas que le hacían bien y las lloraba en silencio creyéndose incapaz de poder saborearlas como le gustaría. Se le estaba muriendo de hambre el corazón.
Decidió salir esa mañana solo con un café en el estómago, sin azúcar, tibio y recalentado dos veces en el microondas. Mientras caminaba hacia la parada del colectivo iba procesando lo último que había buscando en Google sobre los síntomas de la depresión. Comenzó a creer que capaz era una persona depresiva, aunque rechazaba la idea de quedarse atrapada en etiquetas psiquiatricas, o de cualquier tipo, y que tal identificación la hiciera de repente creerse que tenía dicha condición, al punto de empastillarse hasta volverse dependiente de barrer, cada día, emociones momentáneas bajo la alfombra como basura que solo buscaban ser aceptadas, tal y como son. La mente siempre quiere ser mas rápida y llegar primera a conclusiones donde ni el cuerpo ni la emoción pueden tener derecho a la palabra. “Lo que sentís es demasiado intenso, tomá, bloquealo con esto”.
En fin, ya subida al colectivo y sentada al fondo cerca de la salida, pensó que quizás si era verdad, que lo que le estaba pasando últimamente coincidía con los síntomas de la depresión y los de tdah, entre otras neurodivergencias a las que se la había visto asociada años atrás en terapia, y que necesito reconfirmar a través de ChatgPT. Esta vez no queria autoenjaularse y ser víctima de ellas. Porque dentro de Julia latía una memoria ancestral de guerrera, o algo así era lo que le había dicho años atrás una especie de chamana en un encuentro de ayahuasca, que en ese momento recordó palabra por palabra, se las volvió a creer, y mientras empezaba a sonar Lullaby a través de sus auriculares, decidió levantarse para fundir el timbre con su dedo pulgar y bajarse lo mas rápido que pudo.
Bravísima
Su jefe ya la habia llamado dos veces y José, su compañero que trabajaba de seguridad, también le había enviado mensaje de preocupación. Este último era con el que mas interectuaba, habia estado casado muchos años y tenía dos niñas pequeñas que a veces le llevaban dibujos a Julia. La había invitado indirectamente un par de veces, por instagram (porque de frente se avergonzaba) a salir a tomar algo, pero Julia pasaba de tener citas con gente de su trabajo, y tampoco eran exactamente su tipo. Prefería del estilo mas intelectual o aficionados a algún deporte extremo.
Escuchaba el celular sonar y vibrar en el bolsillo de su campera. Camino a casa recordó su primer amor de playa, lo mucho que se habia enamorado del mar, y pensó que quizás podía costear un pasaje a alguna playa caribeña.
Pero la realidad era que aún tenía un alquiler y un trabajo que no podía dejar de un día para otro sin previo aviso. No le importaba tanto lo que pensaran de ella pero no queria “quedar mal”, y tenía un sentido de responsabilidad que la traía a tierra cuando las emociones se empezaban a disparar entre ellas. Se había criado en Mar del Plata, era la del medio de cinco hermanos, ella la única mujer. Había aprendido a pasar desapercibida, a compartir todo lo que tenía y también a defender lo suyo a las piñas.
Cambió muchas veces de escuela y se había mudando unas sietes veces de casa. Sus casas de la infancia fueron muchas y nunca tuvo un grupo fijo de amigos. Su familia era algo nómade y caótica, pero unida. Venía de una familia bastante matriarcal, donde las mujeres siempre habian llevado las riendas de todo y se las rebuscaban de todas maneras para que sus cachorros no pasaran hambre. Eso hacía de Julia una mujer independiente, algo ruda, con un instinto maternal y de responsabilidad muy acentuados. Por lo que, si tenia que ir hasta ese banco, caminando con una navaja de palabras para defender todas esas horas extras no pagas e irse por la puerta principal cual reina de los Peaky Blinder, lo iba hacer. Y después tomaría el primer vuelo barato de madrugada a la playa mas brava de todas solo para demostrarse asi misma que era capaz de surfear cualquier ola. Pero no podía hacer eso.
Esta vez algo la frenaba mas que cualquier otra vez, tenía miedo, miedo de no ser amada, de dejar a sus amigos, que la olvidaran, que algo le pasara a sus gatos, que su amiga no supiera cuidar correctamente a sus plantas y se le murieran, de quedar derrotada, estúpida y vulnerable en una estación de autobuses random en Guatemala. Tenía miedo que su amor se vaya con otro amor, pero mas miedo le daba no poder aprender a amar bien. Qué era amar bien? Cómo podía hacer para amar bien? Por qué se le presentaba tantas veces en su vida amorosa el desapego, la mentira, lo oculto y la idea de vivir felices por siempre al mismo tiempo, pero con la condición de encerrar su belleza en un tuper maternal y virginal? Se puede ser feliz para siempre de esa manera?
Esas dos esferas dibujadas sobre una hoja de pensamientos en su corazón se entrelazaban una y otra vez, enredandose sin poder convivir en paz.
Julia sentía que lo habia probado todo, y aún así nada en su forma de vincularse terminaba por satisfacerla completamente. Capaz que no estaba completa, quizás iba llenando sus partes rotas, una por una y lo único que podia unir esas partes era la libertad de poder estar en paz consigo misma y aceptar que algunas partes no iban a poder tocarse unas con otras jamás, pero que al menos intentaban acercarse y formar algo parecido al amor.
Ella se lo imagina como una taza pequeña de porcelana, con borde dorado y una pequeña asa donde solo entraba un dedo de la mano. En esa taza solo podía servirse un expresso a la mitad. Ni normal, ni largo, a la mitad. Una taza notoriamente resquebrajada y mal pegada con un tipo de pegamento barato, pero que se notaba que habia intenciones en el trabajo de unir las partes, intenciones de que ese pequeño recipiente sea conservado como un tesoro. Porque lo era.
Cómo amante del buen café le gustaba pensar la situación como un buen expresso, cremoso, intenso, caliente, que no necesariamente llena una pequeña taza de café y aún así satisface finalmente la sensación de estar completamente despierto.
Published: Nov 7, 2025
Latest Revision: Nov 7, 2025
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