·Luna y el Bosque de los Colores·

Había una vez una pequeña conejita llamada Luna, que vivía en un bosque muy especial. Pero no era un bosque cualquiera… ¡Era el Bosque de los Colores! Cada árbol, cada flor y hasta las piedras brillaban con colores mágicos que cambiaban según el ánimo de quienes los miraban.

Un día, Luna salió a jugar y notó que el bosque estaba triste. Los árboles habían perdido sus colores y todo parecía gris.

—¿Qué está pasando? —preguntó Luna preocupada a su amigo, Timo el topo.

—El arcoíris del bosque se ha escondido —dijo Timo—. Sin él, los colores desaparecen.

Luna no quería que su hogar fuera gris, así que decidió encontrar el arcoíris. Saltó sobre troncos, cruzó ríos y saludó a cada animal que encontraba.

Primero conoció a Rita la ardilla, que le dio una hoja brillante para iluminar su camino.
Luego, se encontró con Beto el búho, que le enseñó a mirar el cielo con paciencia, porque los arcoíris no siempre se ven al instante.

Finalmente, Luna llegó a una colina alta y vio algo maravilloso: el arcoíris estaba atrapado detrás de unas nubes grises.

—¡No tengas miedo! —le gritó Luna—. Ven, juguemos juntos.

El arcoíris titiló y comenzó a bajar lentamente. Con la risa de Luna y la ayuda de sus amigos, el arcoíris volvió a su lugar, y de inmediato el bosque recuperó todos sus colores: verdes, rojos, azules y dorados bailaban por todas partes.

—¡Lo logramos! —celebró Luna.

Desde ese día, Luna aprendió que, aunque todo se ve gris a veces, con amistad y valentía se pueden traer los colores de vuelta.

Y así, cada vez que alguien se siente triste, Luna y sus amigos les recuerdan que la magia de la alegría siempre está cerca, solo hay que buscarla.