Breath Mints / Battle Scars – traducción español

by Trinidad lizana

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Breath Mints / Battle Scars – traducción español

  • Joined Dec 2025
  • Published Books 1

Breath Mints / Battle Scars

 

Por un momento, casi se siente eufórica. Porque Draco Malfoy ha sido arruinado por esta guerra y está
tan fuera de lugar como ella, y —sí, él también tiene cicatrices. Tiene una aún más grande. Se pregunta si
algún día compararán tamaños.

2

Capítulo 1

 

1 de agosto de 1998

Querido diario,
Eso es jodidamente estúpido, en realidad. ¿Quién demonios dijo que tenía que empezar así? Tú no me
eres querido. No te conozco. No te quiero. Estoy… estoy haciendo esto porque ellos dijeron que tenía que
hacerlo. Por motivos terapéuticos. Para ser completamente honesto, te odio, Diario. Igual que odio todas
las cosas como tú. Cosas frívolas e innecesarias, como tú. Eres jodidamente inútil. Feo. Maldito libro
estúpido. Ni siquiera tienes líneas. ¿Qué clase de puto diario inútil no tiene líneas? Ah, claro, porque «las
líneas interfieren con la autenticidad». Maldita sea. Una mierda. ¿Y qué tal una Pluma de Citas Rápidas?
¡No, claro que no, joder! ¿Por qué hacer algo simple para mí? ¡Y ahora mira! Ahora me tienen hablando
contigo como si realmente existieras —como si fueras un jodido ser humano. Convirtiéndome en un
jodido loco. ¡Perfecto! Toma, malditos imbéciles. ¡Justo para ustedes! Un poco de escritura
perfectamente natural, no guionada, una jodida-corriente-de-conciencia. Eso es lo que querían, ¿verdad?
Pues aquí lo tienen. Ah, van a joderse arrepintiéndose. Me aseguraré de ello. Van a querer quemar este
estúpido, maldito, feo y puto libro morado hasta que quede jodidamente negro. No lo necesito.
Jodete.
Draco Malfoy

1 de septiembre de 1998
Ella tira de un hilo en la rodilla de sus vaqueros —mira fijamente cómo se engancha y empieza a arrastrar
otros hilos consigo. El agujero se ensancha. Se abre. Harry y Ron ya se han cambiado, y ociosamente se
pregunta cuánto más fuertes los habrá hecho eso que a ella. No puede ponerse esas túnicas. Todavía no.
Incluso mientras el tren atraviesa el último túnel antes de Hogsmeade, dejándole diez minutos —tal
vez— antes de llegar a la estación. Incluso mientras Ron dice:
—’Mione —en voz baja, casi suplicante, como si creyera que necesita recordárselo.
Ella no puede. No puede.
Su brazo le pica. Más de lo habitual. Y Harry luce extraño con su corbata de Gryffindor. Parece…
incorrecto. Desplazado en la ropa de un niño que ya no es.

La bruja del carrito la hace sobresaltarse —le endereza la columna tan rápido que casi se golpea la
cabeza contra el respaldo del compartimento.
La bruja detiene el Expreso de Honeydukes frente a la puerta corredera de cristal.
—¿Algo del carrito, queridos? —Su rostro está, como siempre, regordete, rosado y sonriente—. ¿Últimos
dulces para aguantar hasta el banquete?
—Ah, estoy llena —responde una voz.
—No, no, gracias —dice otra.
Harry y Ron responden ambos con cortesía, pero para cuando Hermione logra siquiera formar palabras
en su mente, la bruja ya se ha ido. Y al mirar atrás desde la puerta, descubre que los dos chicos la
observan.
—Hermione —dice Harry suavemente. Demasiado suavemente—. Todo… todo va a estar bien.
Mejorará.
Esto debería reconfortarla, viniendo de él. Él pasó por lo peor. Y aun así —de algún modo, no lo hace.
Asiente, sin embargo, tragando lo que siente como una piedra en la garganta.
—Voy… eh, bueno… supongo que iré a cambiarme.
Y se pone de pie, fingiendo que no siente cómo la sangre le sube a la cabeza, ignorando el mareo.
Ella desea ser tan fuerte como Harry. Desea saber cómo sobrellevarlo.
Desea poder respirar.
Probablemente sería mejor, de una manera enfermiza y macabra, si no se pareciera tanto a como era
antes. Si las piedras no hubieran sido reparadas exactamente así, si el puente no hubiera sido
reconstruido para lucir tan precisamente como antes.
Quizá si hubieran dejado algunas de las manchas de sangre en el suelo del patio.
Es esa parte de su cerebro. Ese extraño y nuevo cúmulo de emociones que aún no entiende del todo. La
hace pensar cosas oscuras, de vez en cuando, con una vibrancia extraña y despreocupada. Es humor
negro, piensa. Un mecanismo de afrontamiento.

Harry y Ron caminan delante de ella mientras entran al castillo por primera vez desde la guerra. Otra vez,
desearía tener su valor. Desearía no seguir viendo esas manchas de sangre, incluso cuando no están ahí.
Pero las ve.
Las ve todas.
Esta es realmente la peor idea que el Ministerio haya tenido jamás —sin contar su captura y eliminación
de hijos de muggles el año anterior. Es otro mecanismo de afrontamiento, por supuesto. Actuar como si
nada hubiera ocurrido. Seguir adelante —continuar donde todos lo dejaron. Pero es un mecanismo peor
aún que el suyo, piensa ella.
Ha pasado por demasiado, ha visto demasiado —ha hecho demasiado como para volver simplemente a
la rutina y terminar su último año. Para deslizarse de nuevo en la corriente y dejar que arrastre su
cuerpo. Se siente mal. Seguramente, no puede ser la única que siente así. Se sorprende mirando a los
demás mientras entran al Gran Comedor; un mar de rostros vagamente familiares y algunos que son
demasiado familiares. Y la lana de sus túnicas le raspa la piel demasiado sensible, la corbata en su cuello
demasiado apretada. Busca desesperadamente a alguien que parezca —que se sienta— tan fuera de
lugar como ella. Pero las probabilidades no están a su favor si incluso Harry lo está haciendo tan bien
—actuando tan naturalmente. Ron sigue siendo Ron. Siempre. Aun después de perder a Fred. Y sus ojos
encuentran a Ginny, cuyo rostro está dividido por una sonrisa rara y muy real mientras habla con lo que
parecen viejos amigos. Hermione no recuerda sus nombres. Se pregunta si debería. Se pregunta si los
conoció, alguna vez.
Luego encuentra a Neville, que parece haber florecido, de todas las cosas, después de la guerra. Está
unos centímetros más alto, pero kilómetros más seguro de sí mismo, y prácticamente no se separa de
Luna. Su voz resuena sobre las demás como nunca antes, iluminada por alguna historia que está
contando y que tiene a Luna completamente en trance.
Hermione está casi segura de que ella es la única —la única que no puede seguir adelante, la única que
no puede superarlo… Ah.
Ah.
Su estómago cae hasta sus zapatos. De pronto es demasiado consciente de la piel muerta en sus labios
secos y de la picazón constante en su brazo. Se rasca compulsivamente mientras lo mira fijamente, sus
pies tropezando —deteniéndose de golpe.
Él está medio dentro, medio fuera de sus túnicas, su mechón rubio casi cubierto por un gorro de punto
negro. Nunca lo ha visto usar un sombrero antes. Le confunde tanto la vista que tiene que parpadear
—una vez. Fuerte. También va envuelto en una bufanda, a pesar del cálido clima de septiembre, y cree
ver las rayas de su corbata de Slytherin ocultas debajo, aunque no puede estar segura.

No —no, en realidad no lleva túnicas en absoluto. Ahora está segura. Solo necesita un segundo más para
darse cuenta. Lleva un abrigo largo y negro, casi como una túnica. Va vestido para el invierno y no es su
corbata, sino parte de su bufanda, y su rostro está pálido como siempre, sus labios de un
rojo-anaranjado enfermizo. La piel alrededor de sus ojos está hundida y oscurecida, y parece una especie
de mapache albino antinatural. Está recostado contra la pared de piedra, esperando a que la mayor
parte de la multitud pase primero por las puertas doradas, y es tan alto que prácticamente se yergue allí.
Mira desde arriba a todos sus antiguos compañeros y a todos los nuevos estudiantes de primero,
alegremente inconscientes, como un verdadero presagio de muerte.
No luce bien.
Él… luce horrible.
Y piensa que es esa parte de su cerebro de nuevo la que de algún modo encuentra consuelo en ello.
Draco Malfoy luce horrible. Tan mal —no, peor, que ella. La guerra tampoco ha terminado para él. Y sí, es
reconfortante. Es jodidamente reconfortante, de forma despreciable. Porque incluso si se trata de él,
significa que no es una completa lunática.
Significa que no es la más débil de todos ellos por no poder seguir adelante.
Significa que alguien lo entiende. Alguien va a luchar como ella lo hace.
Incluso si es él. Incluso si es él.
Sus ojos se alzan entonces —se encuentran con los de ella como un choque de autos. Una colisión
frontal. Piensa que incluso da un paso atrás.
Esas profundidades grises y vacías se llenan de algo. Se vuelven menos vacías. Y observa cómo se
entrecierran —se contraen en el más mínimo de los movimientos, casi imperceptible. Luego él reajusta
su mandíbula, endereza un poco la espalda, apoyándose completamente contra la pared, de modo que
ahora también la mira desde arriba, incluso a esa distancia. Una de sus largas y huesudas manos se
mueve sobre su antebrazo —otro pequeño gesto que casi no nota. Pero ve cómo sus dedos se sacuden
—se clavan— se rascan la tela sobre la piel por apenas una fracción de segundo. Es el último movimiento
que ve antes de que sus miradas se desprendan y él se separe de la pared —se deslice alrededor del
marco de las puertas y desaparezca como un fantasma.
Y por un momento, casi se siente eufórica.
Porque Draco Malfoy ha sido arruinado por esta guerra y está tan fuera de lugar como ella, y —sí, él
también tiene cicatrices. Tiene una aún más grande.

Se pregunta si algún día compararán tamaños.
Ja. Ahí está de nuevo.
Humor negro.

3
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