Storybrooke

PINOCHO

Había una vez un carpintero llamado Geppetto que deseaba con todo su corazón tener un hijo. Él había creado una marioneta para poder jugar y divertirse y lo nombró Pinocho. Una noche una estrella fugaz pasó y Geppetto su deseo pidió: que Pinocho se convirtiera en un niño de verdad y poder cuidarlo como a un hijo.

En mitad de la noche, un hada azul se presentó en su ventana y le concedió el deseo de convertir a Pinocho en un niño, con la condición de que sea un chico bueno, sincero y generoso.

Pero Pinocho, preocupado, le dice: “Pero, Hada Azul, ¿cómo voy a saber si me estoy portando bien o mal?”. Así que, para ayudarlo, le dio una conciencia llamada Pepe Grillo.

Al día siguiente, Geppetto mandó a Pinocho al colegio, pero algo pasó que no tuvieron en cuenta. Unos zorros vieron al niño y, asombrados porque fuera de madera y pudiera hablar y caminar, lo convencieron de que uniera a un circo. Y así lo hizo.

En el circo le fue muy bien, pero el dueño se quedó con todo lo que ganaron en el show y encerró a Pinocho en una jaula. El Hada Azul sintió que Pinocho necesitaba ayuda y se apareció en el circo y le preguntó cómo fue que llegó a esa situación, pero Pinocho le contesta con muchas mentiras, por lo que su nariz le empieza a crecer y a crecer.

Pinocho se alarmó, así que el Hada Azul le hizo saber que, cada vez que mintiera, la nariz le crecería.

Entonces, el niño prometió nunca más mentir y el Hada Azul lo ayudó a escapar de la jaula para poder volver a casa con su papá Geppetto.

Pero, cuando llegaron a su casa, Pinocho se dio cuenta de que su papá no estaba y se puso muy triste. Y, de golpe, una paloma azul llegó y le entregó una carta en la que decía que Geppetto estaba atrapado adentro de una ballena.

Pinocho decidió ir en búsqueda y ayudarlo. Cuando logró entrar, él y Geppetto crearon una fogata que hizo que la ballena estornude y los expulse. Pero, cuando esto pasó, Pinocho no pudo sobrevivir al impacto. Su papá, muy triste, decide llevarlo a casa.

Cuando llegaron, el Hada Azul aparece y, viendo que Pinocho solo había intentado ayudar a su papá, decidió que eso era prueba de su valentía y lo convirtió en un niño de verdad.

Y así, el deseo más grande de Pinocho y Geppetto se hizo por fin realidad.

HARRY POTTER Y EL EJÉRCITO DE DUMBLEDORE

¿Creen en la magia? Porque nosotros sí.

Hace no mucho tiempo, en un mundo no muy diferente al nuestro, existía un chico llamado Harry Potter que, a los 11 años, recibió una gran noticia sobre su origen: él venía de una familia mágica y era hora de que empezara a asistir a una escuela donde le enseñaran a usar su magia, debía ir al Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería.

Pero nuestra historia tiene lugar cuatro años después, durante el quinto año de Harry.

Desde el primer año de Harry en Hogwarts, las cosas en su mundo y en el colegio habían empezado a ponerse muy raras.

Un hombre muy prejuicioso, al que llamaremos El Innombrable, empezó a conseguir mucho, pero mucho poder y a transmitir sus ideas valores a quienes lo seguían, haciéndoles creer que todo aquel que no fuera descendiente directo de personas con magia (a esos descendientes directos se los llamaba “sangre pura”) tenía que ser asesinado.

Para El Innombrable, todas las personas que fueran en contra de él y de la forma en la que él y sus seguidores pensaban, eran traidores a la sangre y, si eran nacidos de muggles (gente sin magia) se les daba el despectivo apodo “sangre sucia”.

Harry sabía sobre los planes de El Innombrable, pero mucha gente que no le creía y lo negaba, tachando a nuestro protagonista de loco.

Entre estas personas, se encontraba una mujer llamada Dolores Umbridge, que era la nueva profesora de Defensa, y parte del gobierno. Gracias a sus amistades en el gobierno, muy poco tiempo después asumió como directora de Hogwarts, teniendo así todo el poder sobre lo que pasaba en el colegio.

La nueva directora decía que era mejor que aprendan los hechizos y demás por manuales, pero Harry y sus amigos no estaban de acuerdo. Creían que si solo aprendían de los manuales, no iban a saber defenderse si lo necesitaban.

Y, al darse cuenta de que la directora y profesora Umbridge no iba a cambiar de parecer, Harry decidió empezar a darle clases a escondidas a un grupo de compañeros, para que todas y todos los que quieran aprender a defenderse puedan hacerlo sin miedo a ser castigados.

Este grupo, llamado “Ejército de Dumbledore”, fueron una gran e importante ayuda durante toda la época oscura y de guerra que El Innombrable estaba poniendo sobre el mundo mágico.

Ellas y ellos fueron la resistencia juvenil que combatió en la que fue una de las guerras más importantes del mundo mágico. Muchos de ellos murieron en la misma, pero muchos otros lograron sobrevivir para contar la historia y, ahora, es nuestro momento de adueñárnosla para que nunca más vuelva a suceder.

A LA CAZA DE SONRISAS

La princesa de las hadas estaba enferma y, aunque los médicos no pudieron descubrir cuál era el problema, dos pequeños dragones sí: que lo que la había enfermado era que ya nunca veía sonrisas.

Así que empezaron a buscarlas por toda la tierra, pero no las encontraron. Y viajaron volando por todos los planetas y estrellas en busca de sonrisas. Pero viajaron tanto y tanto sin encontrar ni una sola, que uno de los dragones decidió dar la vuelta para hacerle compañía a la princesa cuando muriese.

Pero el otro decidió seguir, y justo en el siguiente planeta al que se dirigió, uno muy muy pequeño y oscuro que ni se veía, encontró que todas las sonrisas del universo estaban allí reunidas haciendo una fiesta.

El dragoncito les contó lo que pasaba, y sin siquiera dudarlo, millones y millones de sonrisas lo acompañaron en su viaje de vuelta.

En cuanto la princesa de las hadas vio tantísimas sonrisas, recuperó toda su alegría y salud. Y el primer dragón, aquel que se había dado la vuelta, se alegró enormemente de tener un amigo más perseverante y paciente que él mismo.

LOS 8 ENANITOS

Muchos conocen la historia de Blancanieves en la que conoce a los ya tan famosos 7 enanitos (Sabio, Gruñón, Feliz, Dormilón, Tímido, Mocoso y Tontín), pero hay algo que muy pocos saben: hay un octavo enanito llamado Trabajadorín.

Él pasaba la mayor parte de su tiempo trabajando porque, a diferencia de sus hermanos, él adoraba trabajar y el tiempo se le pasaba volando. ¡Pasaba 18 horas enteras trabajando!

Pero un día, Trabajadorín empezó a estar mucho menos activo que antes: trabajaba más lento, se quedaba dormido en el trabajo, estaba siempre cansado, e incluso se empezó a enfermar muy seguido. Sus hermanos estaban muy preocupados.

Los 7 hermanos decidieron hacer una intervención para que Trabajadorín tomara conciencia de que no le hacía bien trabajar tanto y que necesitaba usar algo de su tiempo para descansar y hacer otras cosas.

“¡¿Pero, de qué otras cosas me están hablando, si lo único que hago y sé hacer es trabajar?!”, exclamó Trabajadorín, enojado.

“¡Lo podés descubrir día a día!”, le contestó Feliz.

“¡Sí! Te va a hacer bien a la salud y ya no vas a estar cansado todo el tiempo”, dijo Dormilón, bostezando.

“¡Qué ironía que justo vos lo digas, Dormilón!”, acotó Gruñón divertido. “Pero tiene razón. Y para ayudarte te vamos a contar la genial idea que se nos ocurrió”, agregó.

“D-d-dividí tu t-tiempo, podés hacerlo dividiendo tu día e-e-en 3 partes”, dijo Tímido, pero Trabajadorín no le entendió porque lo había dicho balbuceando.

“Lo que tímido quiso decir es que podés dividir tu día en tres partes y le das 8 horas a cada una”, explicó Sabio. Y levantando tres dedos agregó: “8 horas las podés usar para trabajar. Las siguientes 8 horas las usas para probar cosas nuevas y así ver que te gusta más. Y las últimas 8 son las más importantes: son las horas de descanso”.

“Si lo hacés, te prometo que vas a estar muchísimo menos estresado y cansado”, finalizó la idea Mocoso, y Tontín asintió a su lado.

“Es una buena idea, lo voy a intentar”, accedió Trabajadorín sonriéndole a sus hermanos.

Y así lo hizo. Trabajadorín empezó a usar la regla de “La Triple 8” en su vida y su vida volvió a ser igual, si no mejor, que antes.

Adoraba sus 8 horas de trabajo, adoraba sus 8 horas de aprender cosas nuevas junto a sus hermanos y adoraba sus 8 horas de descanso. Trabajadorín estaba ahora muy a gusto con su nueva vida y esta se convirtió en su rutina de todos los días.

Los 8 hermanos decidieron dedicar un día del año a festejar todo el trabajo que hacían día tras día, nombrándolo el “Día del Trabajador”. Y entonces, todos los “días del trabajador” (que son el 1 de mayo de cada año, sin falta), se toman el día libre del trabajo y disfrutan de estar todos juntos. Ellos ocho y nadie más.

EL ZORRO Y EL PEZ

Había una vez un zorro que había pasado hambre todo el día. Los conejos habían corrido demasiado rápido para él y las ardillas se habían escondido antes de que pudiera atraparlas con sus pesadas garras.

Ahora, el sol de la tarde lo hacía sentir cansado y perezoso. Deseaba con todas sus ansias encontrar algo de comer y un lugar a la sombra para descansar. Y entonces se acordó del arroyo.

Era un arroyo pequeño, lleno de peces que nadaban ágilmente. El zorro hambriento se acercó pensando cómo hacer para que uno de los peces se le aproximara y así poder atraparlo. “Con la mente –pensó–, puedes burlar a casi cualquier criatura”.

El zorro se creía muy astuto, así que cuando llegó a la orilla del río, se sentó muy cerca del agua y se quedó quieto, con la lengua afuera como un perro cansado.

Y un pez viejo que pasaba nadando junto a él se detuvo a mirar al jadeante zorro. “¿Qué pasa en el bosque que tuviste que llegar corriendo hasta aquí?”, preguntó el viejo pez.

“Acércate –dijo el zorro – Acércate a la orilla y te contaré lo que vi y por qué corrí hasta aquí”. El pez se acercó un poco más para oír la voz débil del astuto zorro. “Han venido unos hombres al bosque – dijo en voz baja, moviendo una garra para acercarla al pez – Algunos se dirigen hacia el arroyo, ¡y traen redes para pescarte!”

El zorro siguió bajando la voz, de modo que el viejo pez tuvo que acercarse aún más a la orilla para poder oírlo. “Los pescadores están buscando un pez lindo y gordo como tú. Pero no van a cazar zorros, porque los zorros somos muy flacos y nuestra carne es demasiado dura para comerla”.

El zorro levantó la garra para atrapar al pez plateado. Pero como el pez se había movido, el zorro solo logró echarse agua encima con su garra. “¿No vienes?”, le preguntó el zorro al pez, sacudiéndose el agua del pelo brillante.

“Por supuesto que no – dijo el pez plateado – Un pez fuera del agua muere, indudablemente. Pero mientras me quede en el agua, puedo tratar de evitar la red de los pescadores. Y las garras de los zorros también”.